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lunes, 9 de diciembre de 2019

"Los Delitos de Odio"


El sujeto que cometa un delito cuya víctima sea seleccionada en atención a su orientación sexual, identidad de género o expresión sexual pertenecientes al colectivo LGTB+, resultará condenado por nuestro Código Penal de un modo más gravoso a través de la figura de los delitos de odio.

Esta especial protección de la norma deriva de la doble vulneración en la que incurre el delincuente. Primero, quebranta los derechos fundamentales de la víctima recogidos en la Constitución Española (igualdad, no discriminación  y libre desarrollo de la personalidad). Segundo, transgrede la especial protección que nuestro colectivo posee. Mediante un acto lleno de intolerancia y discriminación el reo atenta no solo contra la víctima, sino también contra toda la comunidad LGTB+, que se ve amenazada, pudiendo sentir miedo de una próxima agresión en que sean ellxs mismxs quienes la sufran.

Padecer este tipo de actos es nefasto para la estabilidad mental y emocional, sobre todo para lxs más jóvenes. Pueden aparecer todo tipo de trastornos psicológicos, junto a una menor autoexpresión y mayor inhibición social, que incrementa la lgtb-fobia interiorizada e impide la relación positiva entre la víctima y otros miembros de la comunidad LGTB+, como bien establece Charo Alises en su Guía de Delitos de Odio LGTBI.

Una vez que la normativa española nos protege creando esta figura, no podemos obviar que su persecución en el día a día es compleja. La cifra sumergida de estos delitos no denunciados es muy grande debido al miedo a sufrir represalias por denunciar, al temor a revelar nuestra intimidad o a que a veces  la víctima ve como normales comportamientos delictivos que lleva sufriendo toda la vida.

Tratamos acerca de una cuestión de importancia capital. El conocimiento de las autoridades de esta realidad debe mejorar. La creación de Observatorios contra el Odio en varias Comunidades Autónomas (que registran todas las infracciones cometidas  y explotan estos datos a final de año mediante informes) debe generalizarse a todo el país.

Fran
Voluntario en Información LGTB+

jueves, 21 de noviembre de 2019

La sexualidad como mecanismo de control social



El capitalismo nos ha aportado numerosos aspectos positivos. Por ejemplo un mayor número de bienes y servicios de los que disfrutar. Sin embargo este régimen actual contiene una serie de dogmas que todxs en sociedad deberíamos seguir. Aquí entra el choque con el colectivo LGTB+ al no ajustarse al dogma de la sexualidad correcta.

Si cada una de las personas en sociedad actuase según le pareciese, la humanidad sería quizás mucho menos predecible y más peligrosa. ¿Los poderosos nos quieren tener controladxs?

A través de la cultura vemos como normales comportamientos que llevamos a cabo sin cuestionarnos. Al actuar así contribuimos a reforzar esta cultura. Aquí se incluiría la sexualidad, como expresión que incluye a los dos únicos posibles tipos de cuerpo (el del hombre y el de la mujer, dejando fuera a los intersexuales), la única correcta orientación sexual (heterosexual, dejando fuera homosexuales, bisexuales, pansexuales…) y  la identidad de género sana (cisexual, dejando fuera a los transexuales).

Una vez más debemos recordar que lo normal no existe. Que este control social que en ocasiones nos limita, y que ha sido insertado en nuestras mentes desde bien pequeñxs, puede quedar absolutamente anulado si desarrollamos nuestra autoestima; si comprendemos que la diferencia es la esencia y belleza del individuo; que no estamos solxs, que hay mucha gente como nostrxs; y buena parte de los que no lo son están dispuestos a querernos con nuestra particular esencia si nos levantamos cada día con valentía mirando al mundo con una sonrisa.


Fran 
Voluntario Servicio de Información LGTB+

domingo, 29 de septiembre de 2019

¿Cómo eliminamos la transfobia?

La lgtb-fobia más intensa es la denominada transfobia, que destruye la vida de los sujetos integrados en la realidad trans, a la que pertenecen todes aquelles cuya identidad de género no se ajusta a la norma, por identificarse con el género contrario al sexo asignado o con uno diferente a los dos tradicionales masculino-femenino (se incluirían aquí las diferentes modalidades de género no binario).

Los gays, lesbianas y bisexuales rompen las normas de orientación sexual. En cambio, les trans lo hacen con las de identidad de género. Pareciese que violar estas últimas reglas fuese más grave en términos sociales. No es que te atraiga quien no debe hacerlo, sino que no te identificas con el rol social que te ha sido asignado. La desviación se hallaría en la persona misma (en el ser), y en el homosexual o bisexual se hallaría en el deseo, en el lugar hacia donde enfocamos nuestra atracción erótica.
La manera de organizar la sociedad de manera monosexual en hombres y mujeres conlleva para algunos unos privilegios sociales, que amenazan a todes aquelles que pretendan cambiar dichos valores. Les trans resultan ser un verdadero peligro, y como consecuencia sufren castigos procedentes de los que les rodean, tanto en sus entornos más íntimos como en contextos sociales más amplios. Algunos se sienten autorizados para ejercer cualquier tipo de violencia física, discriminación, insultos, exclusión o abandono sobre este colectivo. Muchos de estos maltratos ni siquiera son denunciados, por ello se desconoce la magnitud real de este panorama hostil, aunque se sabe con certeza que es considerable y que las consecuencias de la transfobia son muy graves.
¿Por qué la sociedad debe decirnos cómo vivir nuestra propia vida si no hacemos daño a nadie? ¿Por qué se nos obliga a transitar por determinados comportamientos que van en contra de nosotres, a tener determinados gustos, a no poder cambiar nuestro cuerpo? Si el mayor experto en la vida de uno es un mismo, ¿qué hacen las normas sociales amargándonos la vida, llenándonos en muchas ocasiones de soledad, aislamiento y falta de apoyo?
Como bien se establece en el libro Transexualidades (Platero, 2014), la intensidad de la transfobia se acentúa en les adolescentes o jóvenes adultos y en las mujeres. Les primeres son siempre mucho más vulnerables por su corta edad, viéndose abocades a abandonar los estudios o a sufrir una autoimagen de rechazo. Les segundes acostumbran a dedicarse al trabajo sexual ante la falta de alternativas, pues el empresariado, en un ambiente lleno de prejuicios tránsfobos y sexistas, puede permitirse marginarles debido a la ausencia de políticas públicas de inserción laboral.
Este problema no goza de un gran reconocimiento como cuestión social o política, sobre todo si se compara con los derechos de las mujeres en general o de otras situaciones como el racismo o la diversidad funcional. En los casos en los que se han producido intervenciones asistencialistas, tratando de paliar los efectos negativos de esta fobia, se ha visibilizado a las personas trans como un problema, provocando una estigmatización importante. Por otra parte los medios de comunicación tampoco ayudan al reproducir imágenes simplificadas, repetitivas y morbosas de este colectivo, creando un imaginario social que influye en las creencias sociales que tenemos acerca de estas personas. 

La solución definitiva pasa por transformar la percepción cultural, que va más allá de que ciertas leyes consigan ciertas cuotas de igualdad, alcanzando un valor positivo en la diversidad, un reconocimiento del valor de lo otro, de lo distinto a uno. Es ésta la denominada prevención primaria, que requiere de apoyos sociales relevantes y visibles de las personas que tienen la capacidad de influir sobre nuestra manera de pensar y sentir.  Sin embargo, las pocas acciones dirigidas a combatir la transfobia que se realizan por parte de las administraciones públicas y las organizaciones sociales están enfocadas en un segundo plano, la prevención secundaria, que consiste en reconocer que ya hay personas que experimentan un rechazo transfóbico, generando acciones para reparar esta violencia, como puede ser el cambio de nombre y sexo en los documentos oficiales. Esto se considera una manera errónea de proceder. La prevención primaria es la más barata y su estimación de costes/beneficios es más positiva. Es ahí donde debemos focalizarnos, siempre sin olvidar que esta prevención primaria tampoco será efectiva sin el necesario abordaje secundario.

Fran
Voluntario en Información LGTB+

lunes, 8 de julio de 2019

"Los derechos trans y los roles de género"


La convicción personal y subjetiva de pertenecer al género masculino, femenino o a ninguno se denomina identidad de género. Su consolidación es probable entre los dieciocho y treinta meses de edad; inmodificable por el paso del tiempo o procedimiento de intervención profesional, e independiente de las experiencias iniciales de aprendizaje social y crianza. No debemos confundirlo con el concepto sexo, conjunto de características de origen biológico que definen el espectro humano como hembras o machos.

En la mayoría de las personas se encuentra una coincidencia entre la identidad de género y el sexo. Cuando esto no ocurre así, nos hallamos en el supuesto de una persona transgénero. Por ejemplo el caso de alguien con caracteres sexuales primarios y secundarios masculinos que se siente mujer (y efectivamente lo es).

En estos supuestos, cuyo baja frecuencia en la sociedad no eclipsa su gran importancia para nosotrxs, se produce un enfrentamiento entre el papel de género de nuestra cultura (binario y mutuamente excluyente, se es de uno o de otro) y las circunstancias y realidad de unx mismx. ¿Nos apegamos al guión marcado por la sociedad o nos alejamos de él sufriendo sanciones normativas bañadas de estigma? ¿Renunciamos a unx mismx aceptando la sumisión total al sistema?

La respuesta la debemos tener bien clara. La persona es la única y verdadera experta en sí misma. Cuando esta diferencia entre sexo e identidad de género aparece, unx necesita eliminar la idea de que lo que se requiere es ser distinto, ¡no nos lo podemos permitir! Debemos tratar de convertirnos en lo que somos, hallando nuestro propio sendero personal.

Entre todos los transgéneros, sólo algunos desean modificar sus caracteres sexuales a través de intervenciones médicas (hormonas y/o cirugía). Son los denominados transexuales.

Otrxs desarrollan capacidades para vivir con calma y eficiencia sin tener que someterse a todos los procesos de reasignación integral para la concordancia sexogenérica. Desempeñan el papel de género que desean sin necesidad de cambios corporales.

Está claro que las personas transgénero están sanas mentalmente (así lo certifican los psicólogos) y si necesitan de los servicios de salud, lo hacen al igual que las mujeres embarazadas o el adulto sin síntomas que va a revisión médica.

Unxs pueden pensar que hay un fallo en el cerebro, ¿no sería obligatorio sentirse un hombre o una mujer si poseemos un cuerpo macho o hembra? Otrxs consideran que hay un error en el cuerpo, ¿si nuestro cerebro nos hace sentirnos hombre o mujer no sería lógico que nuestros órganos sexuales se correspondiesen a lo que dicta nuestra materia gris?
Todos ellos yacen equivocados bajo la influencia de la rígida perspectiva de género de nuestra sociedad. La Transgeneridad no es más que una variante morfológica y funcional de nuestro ser donde la cordura está tan presente como en los cisexuales. 

¿Y si los roles de género tan estereotipados desapareciesen? ¿Y si un hombre pudiese tener una vagina y una mujer pene?
Ser mujer o ser hombre va más allá de tener determinados órganos sexuales. Ser persona va mucho más allá de ser hombre o mujer.

Me encantaría un mundo donde todos fuésemos libres de verdad para ser nosotrxs mismos. Pienso en esa mujer transgénero que le encanta jugar en la cama con su pene y no desea quitárselo bajo ningún concepto. O en ese varón brillante en su trabajo, pero tan emotivo y tierno en sus relaciones que llora con frecuencia, muchas veces en público, sin miedo. O en esos estudiantes que aprenden con toda la naturalidad del mundo que los hombres a veces tienen vagina y las mujeres pene, o que a veces los transexuales se quieren operar pues sienten en su interior que deben hacerlo. En ningún momento presentan prejuicios ni rechazo; lo han visto siempre de una manera natural.

Por desgracia, la situación de los trangéneros en la actualidad sigue siendo muy complicada. La lgtb-fobia alcanza su máxima intensidad con este grupo. Los derechos recogidos en la “Declaración Internacional de Derechos de Género”, que a continuación se citan, no pueden disfrutarse en un gran número de ocasiones. Ojalá en un futuro próximo todos estos principios sean parte inquebrantable de nuestra sociedad. Ojalá un día todxs valoremos la diversidad como se merece, como la diferencia que nos enriquece, como fuente inagotable de aportaciones valiosas para la humanidad. Sin lugar a dudas ese día todos seremos un poco más felices:

-Derecho de los individuos a reivindicar su identidad de género.
-Derecho a la libre expresión de la identidad y el papel de género.
-Derecho a determinar y modificar el propio cuerpo.
-Derecho a un servicio médico competente y profesional.
-Derecho a exención de diagnóstico o tratamiento psiquiátrico.
-Derecho a la expresión sexual.
-Derecho a establecer relaciones amorosas y comprometidas.
y a suscribir contratos matrimoniales cuando se desee.
-Derecho a concebir o adoptar hijos e hijas; a criarlos
y custodiarlos; a ejercer las potestades parentales.


Fran
Voluntario en Información LGTB+

domingo, 24 de marzo de 2019

"La salida del armario: una oportunidad para crecer"


El psicólogo Gabriel J. Martín, en su notable obra “Quiérete mucho maricón”, establece que la meta a la que debemos aspirar los homosexuales (también bisexuales;  la transexualidad, por su mayor complejidad, se tratará en el siguiente artículo) es a la de vivir nuestra orientación sexual con la mayor naturalidad del mundo, obviando la homo(bi)fobia, estereotipos y prejuicios sociales e iniciando un proceso de autoaceptación que nos llevará a incrementar nuestra autoestima y estado general de salud física hasta niveles altísimos.

En este proceso de autoaceptación, la salida del armario se convierte en un paso natural e inevitable, una de las mejores actuaciones que podemos llevar a cabo por el bien de nuestra salud mental y emocional.

Se trata de una experiencia profundamente liberadora porque reducimos el estrés de esconder nuestra identidad, pasando de vivir sometidos a la sospecha permanente, cuidando gestos, palabras y reacciones (y sintiendo culpa por no decir la verdad o dolor por considerar que toda tu vida es una mentira), a llevar una existencia construida a base de honestidad, intimidad y complicidad, donde nuestras relaciones son más auténticas al interactuar desde lo que somos en verdad.

A continuación un breve análisis de este proceso de especial trascendencia en nuestras vidas, a través del listado de varios puntos a tener en cuenta.

a) Antes de salir del armario:

-La decisión de salir es muy personal y no obligatoria. Cada uno es el único que sabe qué es lo mejor para sí mismo y sus sentimientos. ¿Estamos preparados?

-Debemos sentirnos cómodos con la condición de homosexual o bisexual. Hay que tenerlo claro, no sentir dudas, no estar confundido.

-Nuestra integridad física o psicológica no debe correr peligro. Al salir del armario siempre corremos riesgos, la reacción de las otras personas puede ser difícil e incluso imposible de predecir. Pero si vivimos en un país donde es delito la homosexualidad, o en una familia tremendamente conservadora y homó(bi)foba, que además nos está pagando la universidad, no es el mejor momento para ello.

b) Durante la salida del armario:

-Se recomienda siempre salir poco a poco, yendo de lo más fácil a lo más difícil y generando apoyo social. Antes de que se lo digamos a nuestros padres es mejor abrirse a algún amigx o hermanx con el que tengamos confianza. Así, en caso de producirse un rechazo manifiesto por parte de nuestros progenitores, no nos sentiremos solxs. Además habremos desarrollado estrategias y habremos visto qué nos funciona y qué no.

-En la salida con los padres es interesante primero que tanteemos el terreno para percibir qué opinan acerca de la homo-bisexualidad. Debemos sentir que hay unas probabilidades razonables de que la reacción sea positiva y escoger un momento donde no haya una gran tensión en el ambiente.

La asimilación de nuestros progenitores es muy lenta, con lo que debemos armarnos de paciencia. No hay un periodo de tiempo determinado para que los padres se ajusten. Al principio pueden estar en shock; después, a medida que van avanzando en el proceso, es interesante hablar con ellos del tema LGTB+ y proporcionarles literatura sobre nuestro colectivo.  

No podemos olvidar que la familia pasa a iniciar un proceso similar al atravesado por nosotrxs, sin saber si decírselo al resto de la familia o a la sociedad en general. “Nadie sale solo del armario, siempre es un proceso familiar que afecta a todos”, como bien establece Ángel Luis Maroto en su estupendo libro “Homosexualidad y Trabajo Social”.

c) Después de la salida del armario:

-Una vez revelada nuestra orientación sexual a nuestrxs íntimos es interesante visibilizarnos con los menos cercanos sin tanto formalismo. Por ejemplo, una foto indicadora en tu nuestro perfil de WhatsApp o en Facebook puede valer.

-Nunca dejamos de salir del armario. Se presentarán muchas oportunidades donde tendremos que decidir si vamos a identificarnos como LGB, ya sea en el trabajo, en una reunión de la comunidad de vecinos o en una conversación en el taxi.

-No siempre es fácil estar fuera del armario. Podemos tardar años hasta estar cómodxs del todo. A veces las cosas salen mal y hay que seguir luchando. No obstante, seamos positivxs. Millones de personas han salido del armario en todo el mundo y muchos piensan que fue lo mejor que pudieron haber hecho en sus vidas.

Fran
Voluntario en Información LGTB+

domingo, 20 de enero de 2019

"El bullying lgtb-fóbico en los colegios, ¿un reflejo de la sociedad adulta?”


La humanidad de los mayores de treinta, un universo integrado por numerosos planetas creados en la infancia, en cuya atmósfera estamos obligados a vivir el resto de nuestros días, no tolera la diferencia consustancial a los LGTB+.

Las causas son el miedo a lo desconocido, los prejuicios por la falta de información, la irritación que te causa el que otro no cumpla las normas sociales de género (cuando sufres para actuar conforme a ellas), o el deseo de sentirte superior, siendo la opción de aplastar al LGTB+ una de las más sencillas.

Nuestra sociedad sólo tolera un camino para llevar una vida plena y castiga a quien no lo transita. Siendo personas de bien, no cabe en la cabeza alejarse de este sendero. Si somos mujeres debemos ser dependientes, delicadas, frágiles; con dominio de las tareas domésticas y del cuidado de nuestra propia imagen. Si somos hombres debemos ser independientes, valientes, competitivos; no expresar nuestros sentimientos y estar locos por el sexo. Es éste un camino que se incrusta en nuestro cerebro; cuando otros compañerxs se desvían de él, los nefastos tipos de homofobia cobran lugar.

Algunxs se limitan a sentir por dentro esta aversión sin llegar a exteriorizarla. Otrxs realizan bromas, chistes sobre los LGTB+ o los tratan como si no existiesen. Por suerte pocxs llegan a la agresión física, pero cuando lo hacen las consecuencias son funestas, tanto para el agredido (ansiedad, trastornos psicosomáticos, consumo abusivo de drogas, sentimientos suicidas que pueden llegar a materializarse), como para el agresor (angustia, mal humor, sufrimiento suyo y de su familia, imposición de sanciones incluyendo las más graves de tipo penal).

Como se ve, sufre el sujeto pasivo de la agresión pero también el activo. Y es que en realidad padece la sociedad entera en su conjunto cuando no es capaz de respetar ni celebrar la diversidad. La humanidad entera se ve sacudida al no comprender que el sector LGTB+ es tan normal como el heterosexual, que ambos están igual de sanos mentalmente, y que si buena parte de la sociedad no lo ve así no es justo y debe cambiar.

No debemos fiarnos de quien nos aleja de la valentía de ser uno mismo, otorgándonos una gratificación social considerable cuando transitamos el sendero marcado, pero que nos aleja de nuestro ser más profundo, ocasionándonos una herida compuesta de vacío interior que comenzará a sangrar cuando, por cualquier causa, la sociedad deje de apoyarnos. Nos quedaremos solos: sin los demás y sin nosotrxs mismos.

Seamos valientes: apreciemos nuestra diversidad consustancial. Un mayor número de recursos para la sociedad y un sentimiento de plenitud del que podremos gozar cuando nos atrevamos a conocernos y querernos.

Bajo este contexto de la vida adulta, se cree que las relaciones entre los niñxs y adolescentes en colegios e institutos habitan muy condicionadas por todo lo recién comentado. Ellos respiran el aire de la  cultura en la que viven: las expresiones de sus padres en su hogar o las de los programas de televisión.

En la primaria, sin comprenderlo demasiado, ya se lanzan contra sus compañerxs al grito de “¡maricón”!, repitiendo insultos antes oídos. Aparece el bullying lgtb-fóbico para aquellxs que no cumplen con las expectativas de género. Sufren en silencio ante este comportamiento mantenido en el tiempo, con el deseo de hacer daño y que reciben en situación de inferioridad. Temen el rechazo de su propia familia. Callan, que siempre es la peor opción (“problema no expresado, problema agigantado”), y la idea del suicidio aparece (los LGTB+ imaginan su propio suicidio tres veces más que el resto).

En el primer ciclo de la Secundaria se intensifica el bullying y nadie hace nada. Los compañerxs de clase, incluso los de corte más humanitario, no se atreven a ayudar para no ser metidos en el saco LGTB+. Otrxs piensan que mientras no les perjudique a ellos no hay problema; sin darse cuenta de que un ambiente lesivo de los derechos humanos hiere a todos, que ellos son parte del bullying también por no actuar; que el que lo sufre está en inferioridad y no es capaz de defenderse, pero ellos se sienten fuertes y no hacen nada.

La mayoría de profesorxs de nuestro colectivo tampoco ayudan. No salen del armario para no ser estigmatizadxs, privándoles de un refugio seguro a los que sufren. Ya nunca serán una manera directa para la eliminación de los prejuicios en sus alumnos.

Buena parte de lxs directivxs del Centro Educativo no suelen tomar consciencia acerca de este grave problema. Tardan en actuar, y siempre quitando importancia al asunto, cuando otros tipos de bullying, como el racial, se gestionan de un modo más inmediato. Tampoco establecen una política clara del centro en favor de la diversidad y en contra de toda discriminación, modificando sus reglamentos internos de conducta; ni cuentan con personas capacitadas en los alcances del fenómeno LGTB+. Por supuesto que no incluyen esta cuestión en las asignaturas ni generan charlas extracurriculares en las que debatir y expresarse sobre este aspecto.

El Grupo de Educación de Cogam, consciente de esta terrible lacra, acude desde hace años a numerosos institutos de la Comunidad de Madrid dando charlas sobre la cuestión LGTB+. A través de la información transmitida por sus voluntarixs la homofobia y los prejuicios se reducen. Luchan por un lugar mejor donde vivir. Una pelea en la que deberíamos participar todxs en la medida de nuestras posibilidades. No nos conformemos y batallemos por nosotrxs mismos y por los demás siendo intransigentes con el bullying.

Fran
Voluntario en Información LGTB+

domingo, 9 de diciembre de 2018

Residencia Madrileña para Mayores LGTB+

El paso del tiempo nos afecta a todxs. Durante buena parte de nuestra vida somos jóvenes y productivxs, premiadxs por una sociedad que valora nuestra buena salud y atractivo sexual. Después llega la tercera edad y nos volvemos invisibles. No practicamos sexo y con lo mínimo para subsistir tenemos suficiente.
En la última fase de la vejez llega la durísima dependencia. Los heterosexuales suelen contar con la familia tradicional, integrada por padre, madre e hijos. Los LGTB+ tenemos menos opciones. A veces, la residencia de ancianos es la única alternativa posible, a pesar de la homofobia que habita allí.
Por una parte los trabajadores del centro pueden considerarnos enfermxs, negarse a atender nuestras necesidades básicas de forma apropiada (por ejemplo, negándose a bañarnos si nuestro sexo ha sido reasignado, o a vestirnos de acuerdo a nuestros gustos y preferencias). Incluso pueden llegar a hacer pública nuestra orientación sexual.
Por otro lado nuestros compañerxs residentes, con una educación sexual sesgada y deficitaria, pueden esforzarse en maltratarnos y mantenernos aisladxs. Otros simplemente se verán molestos de tenernos cerca ya que nuestras biografías sexuales se alejan de la heteronormatividad.
Una vez dentro de la residencia es probable que una depresión o ansiedad desorbitada llame a nuestra puerta. Por desgracia, el riesgo de mostrarnos cómo somos nos lleva a mantenernos en el armario o a la humillación de tener que volver a ocultarnos, habiendo tenido en episodios más tempranos de la vida la valentía para expresar públicamente nuestros gustos.
La soledad aparece: no tenemos a nadie con quien hablar de nuestros sentimientos y recuerdos. Precisamente en un momento vital en el que creemos que la felicidad es estar con los nuestros y tener las mínimas complicaciones. Una fase en la que anhelamos lo esencial de la vida sintiéndonos comprendidos y protegidos, sin críticas, sin insultos clásicos como “maricón de mierda” o chistes sobre nuestra condición.

Con este objetivo la Fundación 26 de Diciembre ha iniciado un proyecto de Residencia y Centro de Día especializada en personas mayores LGTB+. La Fundación no busca crear un gueto, sino nuestra felicidad. Formamos parte de una maravillosa diversidad que debe ser respetada.
El Centro “Josete Masa” acogerá a personas del colectivo que se encuentren en situación paliativa, de dependencia o de fragilidad. Siempre tratando de dignificar nuestros últimos momentos de vida.
Esta buena noticia no debe llevarnos a olvidar de que se trata de un caso único. La generalización de estas residencias LGTB+ en España y Europa no parece posible. Debemos luchar por nuestra integración en el resto de centros con todos nuestros derechos. La administración debe conseguir la adecuada formación en diversidad de todo el personal y la realización de talleres con los propios residentes, quedando los prejuicios despojados para siempre.

Fran
Voluntario en Información LGTB+